Ni todo el amor del mundo, logra matarme…
Por ese te elegí Jorge, no porque te amara sino porque contigo tenía más que aprender… tú me harías crecer, me enseñarías lo indómito, invocarías mi naturaleza, desnudarías mi intención, poseíamos el mismo espíritu… tú eras esa clase de oscuridad ante la cual, a manera de imán, yo vibraba por dentro al tenerte cerca, la veía en tus ojos… eras seducción y belleza, arrogancia e inteligencia, corrosivo, sexual y confiado... en tu pisada, la fuerza que yo suplicaba...
Se veía que hablabas con las sombras, les conocías y lo más importante: ya actuaban a tu favor, te acompañaban, de eso estaba constituido tu halo, de ahí que robaras aliento a tu paso... yo necesitaba eso, ya no quería ni podía ignorar las mías.
Codiciaba tu mirada... era la prueba de tus conquistas, invadías sin titubeo, atravesabas sin consentimiento, la posabas fija en lo que fuera tu deseo y con esa ligera sonrisa de burla al anticipar los torpes intentos de l@s otr@s por esquivarte, te convertías en muerte segura... al menos, para mí...
A él, a él lo amaba… él era seguridad… él era protección, él, de los que saben cuidar (a tod@s nos gusta que nos lleven de la mano), él era certeza, él era entrega… sin embargo, habemos mujeres que después de cierto tiempo y trayecto, necesitamos más… queremos lo inhumano, queremos domar monstruos, queremos navegar entre fuego, sudar duda y euforia, enloquecer y conquistarnos… y así, volvernos lo doble de la mujer que éramos… para después descansar nuevamente a lado de nuestro amor, soltarnos a su voluntad, en la templanza… así, él será quien guíe, él será quien decida, él debe tener ese carácter… sobretodo para dejarnos arder nuevamente y ver cómo nos multiplicamos infinitamente... debe saber que retornaremos a ser Diosas a su lado, porque lo somos debido a su fe, pero sólo si posee el carácter…
Él sabía cuidar, pero necesitaba a mujeres pequeñas para poder hacerlo… y yo lo era, pero no me quedaría así, por eso te elegí Jorge… y él... él encontró otra mujer pequeña…