Corrí y corrí, como nunca antes, como nunca después... exhausta, desesperada… sintiendo que mis piernas eran hilos pendiendo de mi muy pesada cadera, de mi inaguantable cuerpo…
"¿Cómo es que mis endebles piernas han podido avanzar hasta aquí?"
Recordé ese sueño recurrente que tenía de pequeña, donde se me presentaban contrastantes dimensiones en un espacio vacío: esferas gigantescas y de estratosférico peso sostenidas con un palillo, masas de volúmenes densos y exorbitantes colgando de apenas un cabello; se me vino a la mente cómo me despertaba de golpe, completamente confundida, con la sensación atrofiada, desfigurada, tratando de poner orden en mi muy confrontada razón, casi siempre me venía el impulso de vomitar, una incontrolable náusea… la misma que experimentaba en este momento al verme correr frenéticamente en medio del bosque, sabiendo que mis piernas no estaban hechas para eso.
"¿Cómo es que lo sigo haciendo? ¿Cómo es que no he caído ya?"
Tal vez estos constantes cuestionamientos acerca del por qué seguir de pie eran lo que me había distraído toda la vida de la razón por la que corría. Me había quedado más concentrada en mi incoherente sensación, que olvidé por breves momentos que es por Rodolphe y su falta de coraje, por León y sus pocas agallas que salí huyendo de aquel castillo…
¡Ay esos hombres de los que me había rodeado! ¡Tan hilos! ¡Tan cabellos! ¿Cómo se me pudo ocurrir que podía sostenerme de ellos? Nuevamente, esa agobiante imposiblidad... Y de pronto caí, ahí, en medio de la nada, con mis enormes faldas envolviéndome en un círculo perfecto, un círculo de protección, un círculo de crinolina…
"¿A dónde ir ahora?"
Se ramificaba el eco en mi cabeza, maldita pregunta que se volvía infinita. Todo había perdido sentido y yo la razón, sentía el frío del bosque y yo ardía por dentro, veía la altura de los árboles y yo tan pegada al piso, mis oídos saturados de ruido en pleno silencio de la noche… eran esas paradojas inaguantables siempre habitándome en cualquier mundo… el vértigo se apoderó de mí y presentía que todo pararía en cualquier momento… algo se acercaba... intuía la estridencia de ese gran quiebre entre mis dos opuestas dimensiones, durante toda mi vida habían jalado cada una para su lado, sin tregua, desgarrándome lentamente, dormida o despierta… había llegado la hora… sudaba frío, sudaba angustia y comenzaba a sentir pánico…
"¿Cómo sería?"
Lo sentía... Ya venía…
"¿Dolerá?"
Está a dos respiraciones más, lo sé… debo quedarme más quieta que nunca…
"¿Aquí acabará ya?"
Una respiración más… es lo que aguanté… lo siento, ya no puedo más… sucede de una vez por todas… aquí estoy…
Entró como estrépito y con la misma contundencia me penetró tantas veces como le fue posible, tantas veces como se lo pedí… mis pezones se erigieron de inmediato como dos faros dando luz y paso a su abundante cabellera, la cual venía de mi sur, acercándose cada vez más sin dejarme ver lo que hacía, su roja melena lo cubría todo, lo escondía todo…
"¡Magia pura! ¿Qué clase de hechizo es éste?"
Sentí que mi cuerpo se desvanecía… ya no pesaba nada, ahora era ligero, brisa, agua… lo estaba convirtiendo todo en mar a su paso…
"¡Muéstrame ya tu rostro! Déjame ver quién es quién revuelve mis humedades, la animalidad que con su lengua separa y juega con mis poros, la deidad que los reacomoda a su capricho…"
Esta vez no me confunde este nuevo orden, aunque jamás lo haya visto ni en sueños, aunque jamás lo haya sentido en mi realidad, esta vez no experimento el vahído de la contradicción…
Llegó hasta mis senos, justo al límite invisible que enmarcaban mis dos faros y como monstruo marino a punto de hacer su entrada en plena urbe, se detuvo, se levantó sobre mí y era aún más grande de lo que pensé… ¡más espectacular!
"Harás polvo mis murallas y mi ridícula crinolina" vaticiné...
De pronto, pude ver cómo se abría ese hermoso telón rojo que cubría su rostro, develando lo inconcebible…
Horas más tarde, me puse de pie... volví a caminar… ahora mis pasos cincelaban el suelo, la mirada me había cambiado, mi olor se había transformado, ya no sudaba esa ligera pestilencia de la desdicha, mi carne reverdeció con los riegos de su cuerpo, mis ganas se alertaron ante su peligro… fui rescatada en medio de la nada, acudió a mí en absoluta oscuridad, a punto del estallido, en plena caída al abismo… al borde de la más ruin resignación...
Sólo un ser mítico, sólo otro ser sobrenatural respondería a tan escalofriante llamado... sólo otra mujer…